... fué un descubrimiento inesperado, nació de pronto, fruto de un solo chispazo en su cerebro.
Estaba en la habitación de un motel, habían bebido algunas cervezas. Ocurrió a la mitad del encuentro sexual, simplemente se levantó de la cama y le dijo que se pusiera de pié.
Ella obedeció bajo el influjo del alcohol y la calentura. La puso frente al espejo del tocador, se colocó junto y al lado de ella.
Tomó sus blancas y femeninas manos y con suavidad las colocó sobre la brillante superficie del mueble. Le dijo muy cerca de su oído:
por ningún motivo las despegues de ahí.
En seguida le metió suave dos dedos en la vagina, la empezó a masturbar, mientras que, con la otra mano la tomo del pelo obligándola a mirarse a si misma. Le preguntó suave y claro:
te gusta esto puta?, ella cerro los ojos y musitó un:
sí.
Esto es lo que querias cabrona?, que un macho te meta los dedos en tu pucha?
Ella gimió y no pudo articular palabra, solo asintió con la cabeza.
Luego de un cortó diálogo morboso ella, jadeante le informó que estaba a punto de venirse.
Fue entonces que el demonio volvió a soplar en su cerebro.
Sacó los dedos babeantes e imperturbable dió una nalgada en el ancho culo de la mujer.
A pesar del dolor, ella no despegó ni por un instante las manos del tocador. Pronto, la habitación se llenó de quejidos, gemídos, murmuros de sucias palabras y chasquidos de golpes
No supo en cuál golpe ella empezó a venirse, pero cuando se dio cuenta, aumentó la dureza con la que le halaba el pelo y la fuerza de sus golpes, y mientras ella gemía y temblaba, de su verga enhiesta y palpitante, bajaban gruesos hilos transparentes de liquido espeso y brillante.
Mucho tiempo mantuvo la convicción de que esa tarde había descubierto el placer de someter, pero se equivocó, eso fue solamente…… la punta del iceberg.